Soy una fan de Tim Burton, me gustan todas sus pelis, ésas que cuando acaban, te hacen entender algo nuevo, cambiar la perspectiva de las cosas, ser un poco más tú, sí, esas que, aunque sea sin querer, pasas dándole vueltas toda la tarde.
Este año me he dado cuenta de que la filosofía es como nuestra propia sombra, aunque quieras, es imposible librarte de ella, filosofía es todo, y las pelis de este genio del cine son una muestra de ello. Tim Burton, “el poeta de lo extraño”, tiene una serie de temas recurrentes a lo largo de su filmografía.
Poco a poco me he ido reconociendo en sus películas, no hay una que me defina, son pequeños retazos de aquí y allá.
Cuando veo Alicia no puedo evitar sentirme identificada. Cuando eres pequeño, no tienes preocupaciones, tus padres te enseñan lo que está bien y lo que está mal, cómo se deben hacer las cosas, estás atado de pies y manos, pero la vida es crecer, y en ese justo momento, sientes que todo se cae, como Alicia en el pozo, empiezas a poner en duda aquello en lo que llevas creyendo toda una vida, empiezas a tener tus propias opiniones, te sumerges en el mundo de las ideas, y ahí, en ese preciso momento, es cuando llegan los roces.
Siempre he creído que somos lo que no nos dieron, lo que nos prohibieron, lo que nos obligaron a aceptar. Como en “Charlie y la fábrica de chocolate”. El colmo de un dentista, es que tu hijo tenga una fábrica de golosinas, y si lo pienso bien, todo lo que me gusta, es aquello que horroriza a mi madre. Que si un piercing, un tatuaje, política, heavy metal, salirse de todo aquello que la sociedad ve con buenos ojos. En el caso de Willy Wonka, un trauma infantil forjó su carácter. Espero no tener ningún trauma.
Willy y Alicia están unidos por mucho más que por ser dos obras maestras de Burton: la incomprensión paternal, las inseguridades, el afán por lo diferente y el miedo al rechazo, les conducen a encerrarse en sí mismos, a vivir en su propio mundo, como Wonka, sumido en su sueño de tener una fábrica de chocolate, sin mostrar interés por lo que ocurre más allá de sus muros, o como Alicia en el país de las maravillas, o mejor dicho, el país del subconsciente, la lógica, las ideas, la toma de decisiones, un mundo que le lleva a confundir la realidad con lo imaginario. Pero no podríamos entender a ninguno de estos dos personajes si obviamos la teoría de Ortega y Gasset “Yo soy yo, y mis circunstancias.”
Tim Burton, el amante incondicional de lo siniestro, la monstruosidad, y el mundo marginal, ofrece en sus películas una nueva cara de estos temas que la sociedad ha convertido desde el principio de los tiempos en temas tabú, y en la película “Novia Cadáver” el director sigue en su línea.
Lo monstruoso siempre «pone de manifiesto la fragilidad del sistema social. Al transgredir las leyes de la naturaleza y las normas sociales y psicológicas, perturba la ficticia estabilidad construida por el hombre» y eso causa las largas agonías de nuestra protagonista. Emilly, enamorada de un mortal que por equivocación cayó en el “inframundo” padece una insaciable tristeza al darse cuenta de que su amado no aprecia su belleza, no pertenece al mundo de los vivos, la percibe como algo feo, monstruoso, dando sentido a la frase «Lo siniestro por excelencia es la muerte» y si generalizamos, también lo extraño, lo diferente. El ser humano asocia tradicionalmente la fealdad con la maldad, son muchos los que cambian de acera al ver a alguien con aspecto extraño. Dice Bruce Dickinson, el solista de Iron Maiden “cuando decidí cortarme el cabello la curiosidad de cambiar me trajo una gran decepción, la gente que no me conocía empezó a tratarme de un modo distinto… antes me tomaban por un ladrón, hacen suposiciones de las personas y asumen que si te ves como un hombre de negocios habrán encontrado a un hombre honorable, hoy con sólo leer los periódicos, te das cuenta que el traje y la corbata no necesariamente te dan honor”.
Tim Burton, en Big Fish, incide también en este asunto "No es una mujer, es un pez; su aspecto cambia según quien la mira." Y ésta es, sin duda, mi película favorita.
“Si se guarda en un pequeño recipiente, el pez permanecerá pequeño; si tiene más espacio puede doblar, triplicar o cuadriplicar su tamaño.”
Yo, con otras palabras, se lo digo a mis padres todos los días. Los adolescentes necesitamos espacio para crecer, para desarrollarnos como personas, no somos trenes de vía única, debemos encontrar nuestro propio carril, no debemos permitir que nos pongan cortapisas, dentro de lo razonable, claro “las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo”.
Son muchos los anzuelos que la sociedad nos lanza, las rutinas, nuestros miedos y precauciones, la comodidad, el conformismo, el sentimiento de que eres incapaz, las barreras sociales… Todos ellos intentan atraparnos, limitando nuestros rangos de acción, metiéndonos en una pecera. Hemos de ser cuidadosos.
“El pez más grande del río es el que llega a ser así porque no se deja pescar” o quizás sea lo que dice mi padre “es tan feo, que nadie le quiere pescar”.