Espero que estos escritos lleguen a manos de gente que viva mucho tiempo más tarde que yo.
Vivo en Atenas, pero apenas nadie me conoce. Sin embargo, sé que los que estén leyendo esto no se van a olvidar de lo que voy a relatar. Aunque primero me voy a presentar.
Me llamo Arístida y soy sobrina de Aristocles (todo el mundo lo llama Platón, pero a mi este nombre no me gusta). Mi tío es mi gran ídolo. Ha establecido por primera vez que la mujer tiene la misma naturaleza que el hombre, cosa que a la mayoría de la gente le extraña. También tengo un hermano, Espeusipo, que es una persona con un futuro prometedor según dice mi tío. Lleva bastante tiempo estudiando en la Academia todo sobre matemáticas y astronomía. Pero este texto no tiene como fin explicaros la vida de mi familia, ni mucho menos. Lo realmente increíble e interesante que os quiero contar va ahora…
Hace unos días llegó una carta muy importante para mi hermano, pero él estaba en la Academia así que dada la trascendencia del escrito me dirigí hasta allí para entregársela. Nunca me había fijado, pero en la fachada de la Academia figuraba el lema “que nadie entre si no sabe matemáticas”. Esto me causó bastante gracia pues allí estaba yo a punto de entrar sin tener el mínimo conocimiento de tal ciencia.
Cuando llegué a una de las zonas principales de la institución, vi a Espeusipo hablando con mi tío. Parecía que estaban teniendo una conversación muy importante, así que no pude evitar escucharla a escondidas. “Escalar al cielo y combatir con los dioses” dijo Aristocles. Fue la primera frase que escuché. Mi cara se volvió pálida y adoptó una expresión de asombro y miedo a la vez. ¿Combatir contra los dioses? ¿Escalar al cielo? ¿Es posible? Ellos siguieron charlando sobre el tema, pero yo ya no escuchaba, mi cabeza había empezado a crear miles de preguntas alrededor de esa frase, para las cuales yo no tenía respuesta alguna. Mi tío era un hombre con un campo de conocimiento muy amplio y que había viajado a muchos lugares y explorado culturas distintas, por tanto, ¿sería verdad aquello de lo que estaba hablando?
Cuando volví en mí ellos ya se habían ido, así que decidí volver a casa. Al llegar, ya estaba mi tío. Le intenté ignorar porque sabía que iba a caer en la tentación de preguntarle acerca de lo que había escuchado no mucho antes. Prometo que intenté evitarlo, pero finalmente de mi boca salió la pregunta: ¿cómo es posible subir al cielo y luchar contra los dioses? He de decir que la expresión de mi tío nunca había tenido tal grado de desconcierto. Tras explicarle cómo había dado con esa información comenzó a hablar…
“Verás, se trata de un secreto. Mi nueva obra “El Banquete” todavía está en proceso. En ella, a través del personaje de Aristófanes explico que originalmente los humanos eran prácticamente perfectos. Dirás que estoy loco y que no es posible, pero tiene una explicación. Los hombres éramos redondos y nuestra espalda y costados estaban colocados en círculo, presentábamos cuatro piernas y otros cuatro brazos; y dos caras (perfectamente semejantes), en una cabeza, unidas a un cuello circular. Poseíamos también dos orejas y un par de órganos sexuales.
Esos humanos podrían ser de tres tipos: un compuesto de mujer y mujer, uno de hombre y hombre o uno de hombre y mujer conocido como andrógino. Todos los individuos eran robustos, enérgicos y tenían un corazón valiente. Les surgió la idea de que aprovechando sus cualidades podrían escalar al cielo y combatir contra los dioses. Ante esa insolencia, el dios Júpiter buscó una solución para evitar tal acto. Como no quería hacer desaparecer a los hombres, decidió que la mejor medida era disminuirlos, y lo hizo separando a cada uno en dos.
Tras esta separación, cada individuo buscaba a su otra mitad desesperadamente y poniendo todos sus esfuerzos en ello. Si llegaban a encontrarse, se abrazaban con el fin de volver a unirse y sin querer hacer nada si no estaban juntas”
Cuando mi tío terminó de hablar vio mi cara de estupefacción y creo que le causé ternura. Sinceramente, esta historia del origen de los humanos me parece preciosa y puedo decir que ha cambiado mi forma de ver el mundo. Por este motivo, yo, Arístida, estoy escribiendo esto para aquellos que no tengan la oportunidad de leer “El Banquete” y compartir esta historia tan bonita y causar el mismo impacto que causó en mí.
A partir de ahora mi nueva meta es encontrar mi otra mitad. Pero como no me gusta llamarlo mitad, voy a aprovechar que éramos redondos para llamarlo media naranja.