- Omar
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Clichés, clichés y más clichés
Vivimos en una sociedad que hay clichés para todo hasta en el amor y el sexo, que son dos palabras que varían según el sexo de la persona.
Vivimos en una sociedad que hay clichés para todo hasta en el amor y el sexo, que son dos palabras que varían según el sexo de la persona.
Hace unos días una frase que oí me llamó la atención. Decía que “Si las mujeres no llegan a altos puestos, es porque no luchan igual que los hombres, sino que se rinden antes. Si en el ámbito rural las mujeres no podían estudiar o trabajar, es porque asumen que su trabajo es el de ama de casa, y tampoco luchan por otros derechos”.
Soy una fan de Tim Burton, me gustan todas sus pelis, ésas que cuando acaban, te hacen entender algo nuevo, cambiar la perspectiva de las cosas, ser un poco más tú, sí, esas que, aunque sea sin querer, pasas dándole vueltas toda la tarde.
Cuando cumples los dieciséis años te comienzas a plantear las cosas de otra manera. "Tan solo me quedan dos años para la libertad", dicen muchos. Para irse de casa sin tener que aguantar a tus padres, para hacer nuevas amistades, para "hacer lo que te dé la gana".
Cada vez que un hombre aporta a una conversación una opinión machista podríamos decir que estalla una revolución:
Durante estos últimos años no quise darme cuenta la gravedad de su enfermedad. Me conformaba con verlo un día más, que otro día más estaba ahí, pero no me daba cuenta que sólo era una presencia física...
¿Qué pasaría ahora mismo si la electricidad dejase de funcionar y nos quedásemos sin poder utilizar las tecnologías?. Vivimos en un mundo en el que la tecnología, principalmente las de comunicación son la base de todo.
Llama a la reflexión cómo una vez más, tras una época de crisis, se producen los mismos patrones de conducta y se alzan las mismas voces de protesta.
Bajaba las escaleras a toda velocidad. Llegaba tarde, como de costumbre. Con el desayuno aún sin digerir se disponía a calzarse y a despedirse de su más fiel amiga, aquella que le había acompañado desde los cinco años.
Hablemos de la inocencia. Echamos la vista atrás y anhelamos esos tiempos en los que el problema más grande en nuestro día a día era decidir si jugábamos al escondite-pilla o al escondite sin más.
A menudo nos preguntamos, en el transcurso de cualquier actividad en nuestra vida cotidiana, cuál es el objetivo de lo que estamos haciendo: ‘¿Para qué voy a malgastar mi tiempo en esto? ¿Qué resultado voy a obtener con ello? ¿Acaso merece la pena?’
“¿Sabéis lo que pasa? El fantasma Antón es amo de casa, ¡trabaja un montón! Limpia, barre, frota, friega y saca brillo. No queda una mota en todo el castillo.”¿Querrá decir algo que sea un fantasma?
Se dice que las palabras, o más bien el lenguaje en sí es la base de todo. De primeras mi respuesta ante tal afirmación habría sido un no rotundo; ahora tras haber estado pensando en ello varios días estoy de acuerdo con la afirmación.